¡Los unicornios existen! Y viven en el mar. Rápidos, activos, huidizos, habitantes de aguas gélidas y profundas, con un mítico cuerno de marfil sobre su testa cetácea. La constitución y comportamiento de los narvales ha contribuido a la leyenda que se ha ido generando con el paso de los siglos a su alrededor.
Fue en el siglo XVI cuando Konrad Gesner, el padre de la zoología científica, presentó a la comunidad una nueva especie, casi mitológica, que habitaba las profundidades del mar helado y que tenía como principal característica una enorme protuberancia en forma de cuerno en su frente. No fue hasta bien entrado en el siglo XIX cuando se confirmó oficialmente su existencia tras siglos de debate infructuoso. Desde entonces, ¿qué sabemos del narval?
Muy similar a las ballenas beluga por constitución (viven en grupos de cinco, miden 4 metros y pueden llegar a pesar 1.600 kilos), el narval es un cetáceo común en las aguas frías de los océanos Ártico y Atlántico. Común pero esquivo. Las áreas árticas de Rusia y el Atlántico y la costa de Groenlandia son su hogar. Pero siguen siendo casi un misterio para la comunidad científica.
Lo más curioso es su colmillo, heredado del Pleistoceno, que ha servido para darles a los narvales el sobrenombre de los unicornios del mar. Porque es un colmillo y no un cuerno lo que lucen en su cabeza; es de marfil y en forma de espiral, exclusivo de los machos de la especie, puede llegar a medir 3 metros y pesar 10 kg. Antiguamente se le atribuían propiedades curativas. En la Edad Media, se decía que las limaduras del cuerno podían curar cualquier veneno. Incluso se recetaba contra la impotencia y la esterilidad. Más tarde, fueron los vikingos los que comercializaron con los colmillos de narval en Europa extendiendo la leyenda del unicornio de mar.
DESAFÍOS DEL NARVAL, EL ÚLTIMO UNICORNIO
Sólo dos grupos de personas están legalmente autorizadas a cazar narvales: las comunidades indígenas de Canadá y Groenlandia. Ambas lo han hecho durante siglos. Para los inuits, los habitantes árticos, los narvales son fuente de sustento. Aprovechan su carne como alimento, sus tendones para fabricar cuerdas y sus colmillos para intercambio por comida y abalorios. La legislación internacional permite la caza de ballenas a estas comunidades nativas, a pesar de la prohibición internacional.
En la actualidad, un cuerno de narval puede costar entre 3.000 y 12.000 dólares y aunque la caza furtiva e ilegal no es una amenaza para la supervivencia del narval (1%), sí lo es el cambio climático y el deshielo. El retroceso de las capas de hielo compromete el hábitat u entorno natural de los narvales.
ÚLTIMOS ESTUDIOS SOBRE EL COLMILLO DEL NARVAL
¿Cuál es la función del colmillo en el narval? Es una pregunta que se ha hecho con frecuencia la comunidad científica. Inicialmente se pensó que tenía funciones de defensa frente a los depredadores, de supervivencia para perforar el hielo del mar ártico (como cualquier ballena, los narvales necesitan la superficie para respirar, lo que hacen cada 4 a 6 minutos) o incluso función reproductiva como método de cortejo con las hembras, ya que se había observado que los narvales machos frotan mutuamente sus cuernos.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Harvard demostró que el colmillo es un sensor que cuenta con 10 millones de nervios conectados con su sistema nervioso central, de forma que actuaría como una especie de sonar para detectar temperaturas, salinidad y presión del agua. El colmillo no está recubierto de esmalte, por lo que el agua penetra directamente en él, avanzando por una especie de túbulos hasta su base, donde se excitan las terminaciones nerviosas de la pulpa dental, que enviarán al cerebro una serie de señales sobre las características del agua que se ha filtrado hasta ellas.
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