lunes, 19 de noviembre de 2018

¿Qué comen los narvales?

El narval como animal sociable
Es una especie bastante sociable  y suele estar acompañado de aproximadamente 6 a 20 individuos de su propio sexo, muchas veces estos grupos suelen unirse en el período de verano cuando se juntan en una misma costa. Muy raras veces frotan sus colmillos haciendo una actividad que se ha denominado tusking.
Hay estudios científicos que afirman que el colmillo del narval suele cumplir un papel fundamental en la captación sensorial del animal, ya que hace presencia aproximadamente 10 millones de nervios minúsculos presentes en el diente.

¿Qué es lo que comen los narvales?

Lo primero que se destaca en relación con la alimentación de los narvales, es que ellos comen durante los meses de invierno y se caracterizan por ser carnívoros. Tienen como principal fuente de alimentos al bacalao en su variedad ártica como polar, el arenque, el fletán, la platija y el salmón, también es muy frecuente que los narvales ingieran calamares, camarones y otros peces; pueden ingerir crustáceos, moluscos y otras especies marinas.
Es importante destacar que el narval se encuentra en competencia por su alimento, en primer lugar hay que considerar el hecho de que las presas que consume el narval se encuentran, en pocas cantidades, es decir, tienen pocas presas a su disposición y aunado a esto entra en competencia con el ser humano, ya que para los pescadores las presas que consumen los narvales tienen alto valor comercial debido a que trabajan en esa zona. Es por esta razón que el Narval, en parte, es una especie que está en peligro real de extinción.
Estos animales son realmente interesantes, antes se pensaba que su colmillo tenía propiedades curativas, otras tribus le otorgaban poderes sobrenaturales puesto que eran empleados en rituales para venerar a dioses. Hoy en día, es una especie que se encuentra en peligro de extinción ya que su hábitat se ve influenciado por la presencia del hombre precisamente por la competencia que existe por la obtención de su alimento.


domingo, 18 de noviembre de 2018

¡El Unicornio de mar existe!




Conociendo TODO sobre el unicornio de mar

¡Los unicornios existen! Y viven en el mar. Rápidos, activos, huidizos, habitantes de aguas gélidas y profundas, con un mítico cuerno de marfil sobre su testa cetácea. La constitución y comportamiento de los narvales ha contribuido a la leyenda que se ha ido generando con el paso de los siglos a su alrededor.
Fue en el siglo XVI cuando Konrad Gesner, el padre de la zoología científica, presentó a la comunidad una nueva especie, casi mitológica, que habitaba las profundidades del mar helado y que tenía como principal característica una enorme protuberancia en forma de cuerno en su frente. No fue hasta bien entrado en el siglo XIX cuando se confirmó oficialmente su existencia tras siglos de debate infructuoso. Desde entonces, ¿qué sabemos del narval? 
Muy similar a las ballenas beluga por constitución (viven en grupos de cinco, miden 4 metros y pueden llegar a pesar 1.600 kilos), el narval es un cetáceo común en las aguas frías de los océanos Ártico y Atlántico. Común pero esquivo. Las áreas árticas de Rusia y el Atlántico y la costa de Groenlandia son su hogar. Pero siguen siendo casi un misterio para la comunidad científica.
Lo más curioso es su colmillo, heredado del Pleistoceno, que ha servido para darles a los narvales el sobrenombre de los unicornios del mar. Porque es un colmillo y no un cuerno lo que lucen en su cabeza; es de marfil y en forma de espiral, exclusivo de los machos de la especie, puede llegar a medir 3 metros y pesar 10 kg. Antiguamente se le atribuían propiedades curativas. En la Edad Media, se decía que las limaduras del cuerno podían curar cualquier veneno. Incluso se recetaba contra la impotencia y la esterilidad. Más tarde, fueron los vikingos los que comercializaron con los colmillos de narval en Europa extendiendo la leyenda del unicornio de mar.

DESAFÍOS DEL NARVAL, EL ÚLTIMO UNICORNIO

Sólo dos grupos de personas están legalmente autorizadas a cazar narvales: las comunidades indígenas de Canadá y Groenlandia. Ambas lo han hecho durante siglos. Para los inuits, los habitantes árticos, los narvales son fuente de sustento. Aprovechan su carne como alimento, sus tendones para fabricar cuerdas y sus colmillos para intercambio por comida y abalorios. La legislación internacional permite la caza de ballenas a estas comunidades nativas, a pesar de la prohibición internacional.
En la actualidad, un cuerno de narval puede costar entre 3.000 y 12.000 dólares y aunque la caza furtiva e ilegal no es una amenaza para la supervivencia del narval (1%), sí lo es el cambio climático y el deshielo. El retroceso de las capas de hielo compromete el hábitat u entorno natural de los narvales.

ÚLTIMOS ESTUDIOS SOBRE EL COLMILLO DEL NARVAL

¿Cuál es la función del colmillo en el narval? Es una pregunta que se ha hecho con frecuencia la comunidad científica. Inicialmente se pensó que tenía funciones de defensa frente a los depredadores, de supervivencia para perforar el hielo del mar ártico (como cualquier ballena, los narvales necesitan la superficie para respirar, lo que hacen cada 4 a 6 minutos) o incluso función reproductiva como método de cortejo con las hembras, ya que se había observado que los narvales machos frotan mutuamente sus cuernos.
Sin embargo, un estudio de la Universidad de Harvard demostró que el colmillo es un sensor que cuenta con 10 millones de nervios conectados con su sistema nervioso central, de forma que actuaría como una especie de sonar para detectar temperaturas, salinidad y presión del agua. El colmillo no está recubierto de esmalte, por lo que el agua penetra directamente en él, avanzando por una especie de túbulos hasta su base, donde se excitan las terminaciones nerviosas de la pulpa dental, que enviarán al cerebro una serie de señales sobre las características del agua que se ha filtrado hasta ellas.


Curiosidades del Narval



https://www.youtube.com/watch?v=HTyP03O0w-w

Campeones del mundo

Una investigación de científicos alemanes y estadounidenses en la que se grabó por primera vez los sonidos que emiten los narvales, concluyó que estos mamíferos son los mejores en el reino animal en lo que se refiere a la ecolocalización, o la habilidad de ver y ubicarse a través del sonido. Pero no solo es su colmillo distintivo un largo cuerno frontal de hasta dos metros por el que algunos le llaman “unicornio del mar”, lo que hace a este animal fascinante. El narval también es excepcional a la hora de ver con el sonido, reza el documento publicado en PLOS One. 



Como cualquier ballena, los narvales necesitan la superficie para respirar, lo que hacen cada 4 a 6 minutos. Pero a diferencia de la mayoría de ballenas, los narvales pasan la vida entera en el extremo Ártico, principalmente en aguas entre el este de Canadá y Groenlandia, donde hay más oscuridad que luz, y más hielo que mar abierto. De algún modo, estos fascinantes animales se las ingenian para agrietar el hielo para tomar aire y son capaces de cazar calamares y descender hasta una milla por peces u otras presas.

Al preguntarse cómo el cambio climático y el prospecto de un Ártico sin hielo afectarían a los narvales en el futuro, los científicos hicieron seguimiento a estos animales por encima del hielo, sobrevolando su área en helicópteros. Conscientes de que estas ballenas usan la ecolocalización enviando clics de sonido que rebotan en los objetos y ambiente alrededor de ellos, situaron micrófonos debajo del agua y escucharon.

Se dieron cuenta que el sónar (clics) de los narvales se prendía y apagaba como una luz, escaneando su mundo bajo el agua al tiempo que recibía pequeñas e instantáneas vibraciones y las reconstruía en imágenes acústicas más grandes, de alta resolución. Esta habilidad, según los investigadores, es la más precisa y de mayor detalle en el reino animal, y solo tendría una posible excepción: las ballenas belugas.

Los clics, producidos en órganos conocidos como labios fónicos a índices de más de 1.000 por segundo, son inaudibles para el oído humano, pero  detectables a través de micrófonos especiales bajo el agua. El sonido sale a través de la cabeza del narval, que funciona como unos lentes de vidrio, agrupando el sonido y enviándolo en un haz delgado que viaja a través de agua, golpeando todo lo que encuentra. Al volver el eco, el animal lo percibe con las almohadillas que tiene en la quijada baja. 

El narval también puede moderar la potencia de su sónar conforme a si está cerca o lejos de sus presas u objetivos, indicaron los autores. Otros científicos que estudian ballenas alabaron el trabajo por realizar registros en condiciones extremas y a animales excepcionales cuyos sonidos no son fácilmente detectables.

Históricamente, el narval ha sido un animal misterioso desde que en tiempos antiguos los vikingos llevaron sus ‘cuernos’ a Europa con historias de unicornios. Machos y hembras sin cuernos, sin embargo, son igual de buenos para la ecolocalización. Los cuernos son principalmente exhibiciones de poderío sexual, como las plumas de un pavo real o la melena de un león. Los narvales, a diferencia de los delfines, no tienen aleta dorsal. Tienen un tamaño mediano entre los cetáceos, de unos 4 a 4,5 metros y un peso entre 1000 y 1600 kilos.


Ecolocalización en Cetáceos

Los cetáceos, al igual que otros vertebrados y algunos invertebrados, como por ejemplo las polillas (orden Lepidoptera), han desarrollado a lo largo de su evolución un sofisticado sistema sensorial denominado ecolocalización; ésta consiste en la emisión de ondas sonoras en el agua que el animal termina recogiendo en forma de ecos y analizándolos en el cerebro.

La mayoría de las llamadas vulgarmente "ballenas con dientes" (suborden Odontoceti) presentan ecolocalización; principalmente delfines, orcas y calderones (familia Delphinidae), marsopas (familia Phocoenidae), cachalotes (familia Physeteriidae), delfines fluviales (familias: IniidaePlatanistidae y Pontoporiidae), narvales y belugas (familia Monodontidae) y algunas de las llamadas "ballenas con barbas" (suborden Mysticeti), como los rorcuales (familia Balaenopteridae), presentan este sistema sensorial (Cabrera Latorre, Ángel et al. Historia Natural. Océano – Instituto Gallach (ed.). Vertebrados, vol. 1, pp: 115 – 121, Barcelona, España).

Los sonidos utilizados en la ecolocalización por estos mamíferos consisten en cortas emisiones de "clicks" agudos repetidos a diferentes frecuencias. Los "clicks" de baja frecuencia tienen un alto poder de penetración y pueden recorrer largas distancias; éstos son reflejados por estructuras y el animal puede obtener información de la topografía circundante. Por el contrario, para localizar presas cercanas emiten "clicks" de alta frecuencia, inaudible por los humanos. Por ejemplo, el delfín mular o delfín de nariz de botella (Tursiops truncatus), el cetáceo mejor estudiado, estrella indiscutible de los delfinarios, se sabe que emite "clicks" a frecuencias comprendidas entre los 15 y 130 KHz, mientras que la orca (Orcinus orca) emite "clicks" a una frecuencia media de 14 KHz. (A. W. Ambler, National Audubon Society, 1980).




Los "clicks", silbidos y "chillidos" de los cetáceos son producidos y modulados al hacer pasar aire a través del conducto respiratorio (que en estos animales está separado del tracto digestivo) y de los sacos aéreos asociados al mismo mientras el espiráculo permanece cerrado. La frecuencia de estos "clicks" es regulada por contracciones y relajaciones de la musculatura asociada al tracto respiratorio y a los sacos aéreos.

En los cetáceos odontocetos (delfines, orcas, calderones, marsopas, cachalotes, etc.) una estructura, el melón, rellena de espermaceti o "esperma de ballena" (sustancia de naturaleza lipídica), situada en la frente de estos animales y ausente en las llamadas "ballenas con barbas", interviene en la ecolocalización proyectando y dirigiendo las ondas producidas hacia el frente; pero la pregunta que podríamos plantear a los cetólogos llegado este momento sería: ¿qué órgano o estructura, análoga al melón de los cetáceos odontocetos, es el responsable de proyectar estas ondas en los rorcuales puesto que carecen de dicho órgano?.

En los cetáceos estas ondas son recogidas principalmente por la mandíbula inferior, rellena de grasa, transmitiendo las señales sonoras a los oídos internos (el canal auditivo está reducido o bloqueado en la mayoría de los grupos). Cada oído recoge independientemente las señales acústicas, que protegidos por una estructura ósea y embebidos en una solución lipídica, envía la información en forma de señales eléctricas a la corteza cerebral donde el animal elabora un "dibujo" mental del objetivo (presa u objeto) o bien de los alrededores. 

Los mecanismos neurofisiológicos mediante los cuales las ondas sonoras recogidas por el animal en forma de ecos son transformadas en impulsos eléctricos que viajan desde la cóclea, en el oído interno, hasta la corteza cerebral, han sido bien estudiados en murciélagos (orden Chiroptera) pero en cetáceos todavía plantea grandes interrogantes, aunque algunos zoólogos sostienen que deben seguir un mismo patrón fisiológico en todos los vertebrados que presentan ecolocalización.
Los cetáceos producen una rica variedad de vocalizaciones de baja frecuencia y perfectamente audibles por los humanos, diferentes a los sonidos empleados en ecolocalización y que estos mamíferos utilizan para comunicarse entre ellos.

Recientemente se ha sugerido un distinto uso de las ondas sonoras emitidas por los cetáceos. Esta nueva hipótesis se ha desarrollado como una posible explicación a los hábitos alimenticios observados en el cachalote (Physeter catodon): al analizar el estómago de algunos ejemplares capturados o encontrados varados en playas se ha visto que los calamares gigantes de los que se alimentan estos grandes cetáceos no presentaban cicatrices debidas a los dientes del animal, y lo que es más asombroso, algunos de ellos estaban vivos; ¿utilizan los cachalotes explosiones poderosas de sonido para dejar atónitas a sus enormes presas y poderlas así capturar? Esta hipótesis ha sido bautizada por algunos investigadores con el nombre de "segunda teoría del Big–Bang", considerándola como un subproducto de la ecolocalización.

No es fácil obtener las pruebas necesarias que corroboren esta hipótesis debido a la dificultad existente para reproducir el sonido exacto que emiten estos cetáceos durante la caza de presas, además de las muchas complicaciones que conlleva la realización de estudios detallados sobre el comportamiento de estos mamíferos en su medio natural. No obstante, algunos investigadores aseguran haber escuchado sonidos similares a los producidos al disparar un arma de fuego, en delfines que estaban siendo estudiados en altamar.
En cautividad, se ha observado que estos animales no producen ningún tipo de sonido fuerte debido a que el eco producido al chocar las ondas emitidas por el animal contra las paredes del acuario podría dañarle los oídos. (Castro, P. & Huber, M.E. Marine Biology. Mc Graw – Hill (ed.). Life in the Marine Environment, pp: 185 – 187. Boston).



Jesús Vicente Poyato Jiménez es estudiante de 5º curso de Biología y Alumno Interno del Departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga.

Enlaces relacionados

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